Octubre es el mes de la artritis, y me gustaría aprovechar para hablaros sobre la enfermedad que me ha obligado a pausar mi vida durante un tiempo. Principalmente porque es muy desconocida y difícil de llevar, tanto para los médicos como para las personas que la tienen, y sus familiares. Os voy a hablar de lo que es para mí y los consejos que yo puedo daros con mi corta experiencia. Teniendo en cuenta que hablo de la enfermedad que yo padezco, pero que seguro que es algo diferente de la que tiene otra persona, aunque se llamen igual. Porque en cualquier enfermedad, cada paciente es distinto.  

La artritis es una enfermedad autoinmune. Esto significa que el sistema inmunitario falla, y reconoce en el cuerpo algo como si fuera externo, atacándose a sí mismo. En mi caso, este ataque se produce en forma de inflamación de las articulaciones. Es muy común confundirla con la artrosis, pero seguro que con este gráfico las diferenciáis perfectamente.

La enfermedad es degenerativa porque, aunque actúa por brotes, estos hacen que se dañe la articulación progresivamente. Las personas que padecen artritis sufren cansancio excesivo, y padecen mucho dolor e inflamación en la mayoría de sus articulaciones durante los brotes. Esto hace que sea imposible llevar una vida normal, porque incluso algunas personas, como fue mi caso, necesitan ayuda para tareas tan rutinarias como vestirse. He leído varias veces que son enfermedades invisibles, porque aparentemente las personas que las padecen están bien, aunque por dentro estén sufriendo mucho dolor.

Aunque la enfermedad aún no tiene cura definitiva, sí que tiene varios tratamientos que hacen que los pacientes puedan llevar una vida totalmente normal. El ejemplo más claro que yo os puedo poner es el mío porque, aunque sin volver (de momento) a la alta competición, ya entreno como cualquier atleta popular.

¿Y qué consejos podría daros?

Hacer caso de los médicos y preguntarles todas las dudas que tengáis. Yo me llevo a mis citas, escritas en un papel, las preguntas que me surgen entre una consulta y otra. Además, esto hace que no tengamos que buscar información por internet, que muchas veces es perjudicial.

No automedicarse. Los tratamientos son agresivos y producen malestar, pero no podemos quitarlos cuando queramos. Y si lo hacéis, mantener a vuestro médico bien informado.

Tener paciencia. Qué fácil es decirlo cuando te duele el cuerpo continuamente, ¿verdad? Pues este consejo va para enfermos y familiares, porque vosotros sois el principal apoyo ante esos días en los crees que se acaba el mundo.

Mantener una vida saludable. Comer bien hacer ejercicio moderado es fundamental. No durante los brotes, pero sí cuando estamos bien. Esto yo no lo voy a cumplir mucho porque el ejercicio que pretendo hacer no es moderado, pero tengo el “permiso” de mi médico para intentarlo, y cuento con su supervisión continua.

Descansar más de lo normal. Aunque yo he recuperado mi vida prácticamente por completo, los primeros meses después del brote notaba que no me recuperaba igual de unos días ajetreados.

Si tomáis medicación incompatible con algunas sustancias como el alcohol, no toméis ni un poco. Yo llevo desde que empecé sin probar una gota, y sigo viva. Si yo puedo, ¡tú puedes!

Y por último, aprender a vivir con ello. No es fácil saber que tienes una enfermedad, pero yo creo que los límites nos los ponemos nosotros mismos y no podemos dejar que nada se nos ponga en el camino hacia nuestros sueños. Debemos seguir ilusionados a pesar de las circunstancias.

Aprovecho para agradecer a todas las personas que pasaron por esto antes que yo, y que gastaron un ratito en animarme y contarme cosas sobre la enfermedad, porque aún hoy me siguen ayudando. Entre todos, podremos con ello. ¡Que nadie lo dude!