El viernes día 6, viajamos desde Barcelona hacia Belgrado una potente selección española, con ganas de hacer un buen papel y con mucha ilusión por conseguir alguna medalla. El viaje fue largo y llegamos muy cansados, así que tras repartir las habitaciones y comprar algo para comer, nos fuimos a descansar. Tuve la suerte de que me tocara compartir habitación con la capitana del equipo femenino, Diana Martín, a la que admiro mucho como atleta, pero mucho más como amiga. Cada vez que coincido con ella me demuestra que su valía como persona supera con creces a su calidad atlética.

El hotel era bastante viejo y el tiempo estaba regular. Nevaba y hacía mucho frío. Según avanzaba el día, el hotel iba perdiendo puntos, era viejo y bastante cutre. Ya en la cena le dimos el suspenso definitivo.

Al día siguiente fuimos a conocer el circuito. Un poco de carrera continua y unas rectas para darme cuenta de que no era un cross que me favoreciera, porque era llano y bastante seco, pero que a la vez era muy bonito. Descanso, reunión técnica, divertidas novatadas, cena y cola cao en grupo antes de dormir.

El día de la carrera desayunamos todas juntas, nos preparamos para el cross, repasamos lo que necesitábamos llevar y nos fuimos al circuito. Estábamos muy animadas y con ganas de correr y darlo todo. Antes de salir nos dimos suerte entre todas y nos colocamos en nuestras posiciones. Pistoletazo de salida y empieza mi calvario.

Salí muy retrasada, todo el mundo me lo ha dicho, y creerme que no fue mi intención. Suelo correr de menos a más, pero evidentemente salir la última no estaba en mis planes. Aun así, intenté unirme pronto a Marta Silvestre para ir juntas hacia delante. Cuando quise darme cuenta, Marta se había esfumado. Ni rastro de mis compañeras de selección. Fui pasando a atletas toda la carrera, con la confianza de que la gente pincharía, porque yo tenía sensación de ir a tope y aun así iba muy retrasada. A falta de una vuelta, un hombre canta en inglés que voy en el puesto 45. Casi me pongo a llorar allí mismo. Tanto esfuerzo para ir en un puesto que casi conseguí en el campeonato del mundo. Intenté mantener la concentración, había que seguir luchando por puntos para el quipo porque cualquiera de mis rivales podía ser la cuarta mujer de un equipo potente. Llegué a meta habiéndolo dado todo, pero sabiendo a la vez que algo había pasado. No sé para qué puesto real estoy, pero todos los atletas sabemos cuándo corremos bien y cuándo no, y el domingo mi carrera no fue para estar contenta. Me tiré en el suelo porque no podía ni caminar y mis compañeras vinieron a decirme que éramos bronce por equipos. ¡Qué alegría! Hice lo que pude por levantarme y dar saltos con ellas. El esfuerzo hecho merecía celebrar esa medalla todo lo posible.

Nos pusimos el chándal oficial y subimos al pódium. Estábamos pletóricas y muy emocionadas. El hecho de haber estado tan unidas los dos días anteriores, creo que hizo que disfrutáramos mucho más del éxito conjunto. Nunca pensé en poder estar en un pódium europeo, y la sensación de subir en equipo es extraordinaria.

Después llegó la carrera de los chicos y fuimos a animarles. También hicieron pódium, individual y por equipos. Fue aun más emocionante, ya que sonó el himno español dos veces. Primero con mi compañero de Bikila, Alemayehu Bezabeh y después con el triunfo del equipo.

Al llegar al hotel, y pasada la alegría de las medallas, llegó mi decepción individual de nuevo. Hablé por fin con mi familia y me derrumbé durante un rato. ¿Qué había pasado? Tenía sentimientos encontrados y no podía ver el lado positivo por ningún lado. Tras hablar un ratito con ellos decidí quedarme con la alegría de la medalla y volver con mis compañeras a celebrarlo. Ya nada podía hacer para evitar mi mala carrera, pero sí podía disfrutar de un campeonato que aun no se había acabado, y cumplir mi promesa de disfrutar a tope cada momento.

Esa tarde visitamos la ciudad con la medalla a cuestas para hacer fotos, y nos tomamos una pizza para celebrar la carrera e intentar olvidar la horrible comida del hotel. Por lo poco que pudimos ver, Belgrado es una ciudad bonita, con un aire antiguo que te traslada continuamente al pasado y te recuerda las cosas que ha vivido la ciudad hace muy pocos años.

El viaje de regreso a casa fue largo también, pero por lo menos no tuvimos que hacer noche en ningún sitio y pudimos volver el mismo lunes. Durante el viaje aprovechamos para hacer fotos de los dos equipos medallistas.

Hoy ya estoy de vuelta en Asturias con mi medalla colgada en casa, en una nueva sección para internacionales, y con las pilas cargadas para seguir trabajando duro en busca de nuevos objetivos. Gracias a todos los que habéis estado animándonos. La experiencia del podium fue irrepetible y espero poder volver a disfrutar de algo así muy pronto.

¡Un beso!